miércoles, 3 de noviembre de 2010

Vida Nueva - Capítulo 14


CAPÍTULO 14

-          ¿Lo de siempre? – preguntó un amable camarero tras la barra.

-          Lo de siempre – respondió un joven Alvar.

Cogió los dos cafés y los llevó a la mesa. En ella se sentaba una Rebeca cinco años atrás. Alvar se llevó la taza a la boca y no hizo más que mojar los labios y apartar la taza.

-          ¡Está ardiendo!

-          ¿Y qué esperabas si acaba de salir de la máquina? – se rió.

Como casi todos los domingos habían quedado en la cafetería de siempre. Para ellos era una manera perfecta de desconectar de la semana y hablar durante horas de cualquier cosa. El tiempo pasaba fugazmente sin que ninguno de los dos se diese cuenta y el ambiente se renovaba continuamente con gente que no dejaba de entrar y de salir.

Alvar miró el reloj y puso cara de asombro.

-          ¡Las nueve ya! Creo que deberíamos ir pagando que si no vamos a echar la noche aquí.

-          Es verdad. Lástima que estos momentos no duren para siempre, es genial vivir sin preocupaciones aunque sea solo por un momento.

-          Terminaríamos aburriéndonos, seguro. ¿De qué hablaríamos? Llegaría un momento en que nos quedaríamos sin algo de que hablar.

-          Pues ya lo inventaríamos jajaja.

Se despidieron del camarero y salieron a la calle. Pusieron rumbo a casa de Rebeca mientras Alvar la acompañaba.

-          Por cierto, al dibujo del puente le queda poco ya para acabar. Es posible que la próxima semana te lo traiga para que te lo quedes si quieres.

-          Ah, es verdad, ya casi se me olvidaba…

Hubo una pequeña pausa en la que ambos estuvieron callados. Alvar terminó rompiendo el silencio.

-          Me he dado cuenta esta tarde de una cosa. Has estado bastante callada y te noto poco alegre. ¿Te pasa algo?

-          No no no, nada – se apresuró a negar Rebeca – no me pasa nada. Debe de ser el cansancio o algo.

-          Te pasa algo, si no no te habrías dado tanta prisa en negarlo.

-          De verdad que no ocurre nada, Alvar.

-          Bueno, tú sabrás. Ya sabes que puedes contar conmigo para lo que sea. ¿Nos vemos la semana que viene?

-          Nos vemos. ¡Hasta la próxima!

Se dieron un par de besos y Alvar se dispuso a cruzar la acera. Mientras tanto Rebeca seguía quieta en el portal, debatiéndose entre decirle lo que realmente la preocupaba o no. Pero al final el sentimiento de culpabilidad terminó adueñándose de ella.

-          ¡Alvar, espera!

Pero no pudo escoger peor momento para llamarle. Se giró en medio de la carretera y en ese preciso instante un coche se acercaba peligrosamente a él.

-          ¡Cuidado!

Pero el coche le arrolló, haciéndole volar unos metros y caer inconsciente en el suelo.

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