miércoles, 10 de noviembre de 2010

Vida Nueva - Capítulo 17


CAPÍTULO 17


Samuel seguía apuntando con su pistola a Alvar, impasible, sin ningún gesto que delatara remordimiento. La frialdad de su expresión desentonaba con la escena que contemplaba.

A escasos metros de él Alvar lloraba de odio con Rebeca a sus pies.

-          Espero que con esto comprendas el desasosiego que provoca el sufrimiento. Si te unes a mí podrás seguir viviendo eternamente sin necesidad de pasar por todo el dolor que te destruye por dentro.

Era cierto que estaba sumido en un dolor insoportable. Si la promesa de una vida sin sufrimiento fuera real, Alvar la habría escogido sin dudarlo. Pero los acontecimientos de ese día invadieron su mente con un ansia de venganza sobre el que había causado todo aquello.

Sin embargo la realidad azotó su mente y comprendió que su situación era lamentable: no solo estaba desarmado, sino que Samuel estaba apuntándole con la pistola, listo para apretar el gatillo al menor indicio de rebeldía. Tenía la situación completamente controlada y no podía hacer nada.

-          Lo que tú me ofreces no es una vida sin sufrimiento, sino una muerte eterna en la que nunca podré descansar. El que siga pudiendo moverme no significa que esté viviendo, sino todo lo contrario: sería como una marioneta sin capacidad de elección de mis movimientos. Estaría denegando mi condición de humanidad.

-          ¿Supongo por tu respuesta que no estás interesado en mi oferta?

-          Yo no he dicho eso. Es precisamente lo único que puede ayudarme actualmente. Por favor, te suplico que me tiendas la mano.

-          ¡Vaya, esto sí que es inesperado! Pero como gran benévolo que soy, no puedo desoír tu súplica. Estaré encantado de liberar tu carga, acércate.

Era la única oportunidad que tenía. Si conseguía aprovechar bien el momento tendría una ligera ventana de tiempo para reducir a Samuel, aunque debía calcular todo a la perfección o estaría acabado.

Se acercó a paso lento mientras Samuel sacaba de uno de sus bolsillos una pistola de inyección. En el peor de los casos, si se infectaba aún tenía la posibilidad de que Miguel hubiese logrado tener a punto la vacuna. Tenía que ser rápido.

-          Recibe el don de la vida eterna sin sufrimiento – dijo Samuel mientras acercaba la pistola con el organismo al cuello de Alvar.

Ese era el momento. Rápidamente agarró del brazo a Samuel y se lo retorció, dejando éste caer la pistola al suelo. Pero por desgracia para Alvar, aún conservaba la de inyección.

Rodaron por el suelo y forcejearon intensamente. Las ramas secas se clavaban en la espalda de Alvar mientras Samuel, que le ganaba en fuerza, acercaba progresivamente la pistola a su cuello.

-          ¡Aunque no quieras agradecerlo, recibirás el don porque así yo lo he decidido!

Y sucedió lo inevitable. Alvar notó cómo algo se introducía en su interior por el cuello y tuvo una punzada de dolor. Mientras tanto Samuel se incorporaba.

-          ¡En unas horas, tu vida será perfecta por siempre! ¡El inicio de una nueva era!

Y se oyó el retumbar de un disparo. Alvar seguía preso del dolor, pero atónito ante la aparición por detrás de un hombre envuelto en las sombras.

-          Me has dado muchos problemas – dijo tras haber disparado a Samuel.

Éste cayó irremediablemente contra el suelo por un disparo en la sien. El hombre hizo ademán de acercarse a Alvar, pero justo en ese momento sonaron entre los árboles las sirenas de la policía.

-          Tendré que dejarte aquí. No creo que me sigas ni me llegues a reconocer. Hasta la vista.

Y se desvaneció entre las sombras sin que Alvar pudiese articular palabra alguna. Hizo un intento de levantarse, pero el dolor le paralizaba el cuerpo. Poco a poco iba sintiendo que el frío se apoderaba de su cuerpo.

-          Supongo que esto es el fin – se dijo a sí mismo.

Con esfuerzo consiguió sacar el bolígrafo que había utilizado en el laboratorio y escribió en la palma de su mano. Pero, al final, su consciencia se apagó.

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