martes, 22 de marzo de 2011

El Espejo de las Almas II

[II El extraño de la Tormenta]

La luz de los espejos se había apagado ya, y solo quedaba en una distante memoria del pasado mientras la lluvia continuaba cayendo. Mi candelabro había perdido su luz y me esforzaba en caminar por una senda que ni siquiera podía ver.

La oscuridad se acrecentaba a cada paso que daba, hasta un punto en que podría haberla cortado con un cuchillo. Todo, mientras la lluvia continuaba precipitándose ante mi. Era tal la oscuridad que no podía ver nada, nunca llegué a tener un sentimiento de soledad tan inmenso en mi vida. Pero la lluvia seguía cayendo...

Atrapado por la furia de la tormenta y de una oscuridad sofocante, mi cuerpo y mi alma, fatigados y consumidos, (otra vuelta del destino) nunca se sintieron tan atemorizados. Tanto lo estaban que creí que sería el fin de esta historia. Nunca debí haber cruzado esa puerta, que me llevó de la euforia al infierno.

Comencé a cuestionarme mi destino, si mi fin era morir en medio de esta tormenta. Tal vez ese fue mi destino desde el día que me vio nacer, pero en el salón de los espejos llegué a sentirme tan importante...

No podría caminar otra milla más en este diluvio, así que resignándome a mi destino me desplomé sobre el barro. Si no puedo continuar, simplemente yaceré aquí hasta que muera...

Súbitamente, pude vislumbrar una luz titilante en la distancia. Con esperanzas renovadas me dirigí hacia ella. A cada paso que me acercaba la luz se tornaba más intensa y clara. Pensé que la lluvia vencería su esfuerzo por llegar a mi, pero yo hice un acopio de todas mis fuerzas y recé por que fuera un refugio contra la tormenta.

Avanzando hacia la luz me movía ligero. Esta nueva esperanza me dio nuevas fuerzas que no supe de donde salieron. Pero di un paso en falso y volví a caer, y esta vez el suelo desapareció bajo mi cuerpo. Observé, iluminado por el cálido temblor de la luz una sima negra, un gran abismo. Una vasta expansión de la nada. Un pozo sin fondo allá de donde la vista llega a alcanzar, abarcando el horizonte entero, sin ningún camino que lo cruce. Mi solitario corazón estaba destrozado, y toda la esperanza que tuve se perdió...

De repente me sobresalté al sentir una mano en mi hombro. Me giré para contemplar una figura entre las sombras, de pie bajo la lluvia. Pero por alguna extraña razón no sentía miedo hacia ella, incluso cuando pronunció mi nombre.

De alguna forma, podría decir que no me deseaba daño alguno por la paz que veía en sus ojos. E incluso aunque nunca antes en mi vida le había visto, es como se me conociera de toda la vida.

¿Por qué estás llorando? me preguntó el extraño. Mientras me secaba las lágrimas señalé el gran abismo, la fuente de todos mis temores.

Debo cruzarlo y llegar hasta esa luz. Para mi representa lo único a lo que me queda por aferrarme en esta noche, pero cuando vi la sima caí por completo en la desesperanza. He pasado tanto tiempo en la oscuridad bajo la lluvia, que la visión de esa luz hizo que mi corazón volviera a latir. Pero el abismo es demasiado grande y no hay ningún camino que lo cruce

El extraño sonrió y cogió mi mano. Estás equivocado amigo mío. No puedes cruzar el abismo por ti mismo, eso es cierto.

Me guió hasta el borde del precipicio y señaló justo abajo diciendo: mira, he construido un puente para ti

Crucé el puente en dirección a la luz. El extraño me había salvado la vida esta noche, así que me giré para darle las gracias, pero había desaparecido. Tras un largo caminar hasta el otro lado, continué sin mi guía. No había tiempo que perder, debía seguir adelante.

La luz brillante mostró tras ella una puerta que no podría describir. Sangre y arañazos delataban un gran maltrato a lo largo del tiempo. Pero yo no prestaba atención a eso. Sobre la puerta había una oxidada y vieja inscripción:

Todo aquel que desee ver la realidad, entre en el "Salón de la Verdad"

Y eso hice...

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