sábado, 11 de junio de 2011

La Oscuridad

La oscuridad cubría todo y la vista no alcanzaba a vislumbrar nada. La presión era agobiante y el hecho de no poder ver nada intensificaba el nerviosismo. Ni siquiera una rendija de luz que permitiera distinguir el contorno de una forma, tal era la oscuridad de ese lugar.

“¿Cómo he llegado hasta aquí? ¿Y qué hago en este lugar?”


Estas eran las dos preguntas que se hacía mientras trataba en vano de acostumbrar sus ojos a la oscuridad con la intención de captar la mínima fracción de luz que permitiese visualizar algo. Pero era imposible.

Los pensamientos comenzaron a rondarle la cabeza, miles de posibilidades de lugares en los que podía estar, incluso por qué no, pensar que a lo mejor acababa de morir. Se dio un pellizco para comprobarlo y se sintió durante unos segundos aliviado al comprobar que todavía tenía sensibilidad en la piel, mas volvió de nuevo al nerviosismo causado por la incertidumbre.

“¿Habré llegado yo solo o me habrá secuestrado alguien?”

Entonces cayó en la cuenta de que no podía moverse. No al menos con gran libertad puesto que tenía los pies encadenados a algún sitio. Palpó con las manos y descubrió que era metal, siguió la cadena y vio que estaba atado a una argolla del suelo.

“¿Por qué alguien me secuestraría?”

Trató de recordar, pero por más que lo intentaba no veía razón alguna para tal explicación. Debía ser otra cosa. No veía nada, así que tenía que confiar en los otros cuatro sentidos para obtener información. Agudizó los oídos pero no se escuchaba nada más que su respiración errática y nerviosa y los latidos incesantes de su corazón. No conseguía distinguir ningún olor en el ambiente así que estaba limitado al tacto.

Fue con las manos levantadas en busca de una pared, pero antes de encontrarla tocó un objeto viscoso, que parecía vivo. El objeto se retorció y se movió un poco, aunque no podía verlo pero si escucharlo y sentirlo. Empezó algo a rodearle la cintura sin saber por dónde venía, por lo que dedujo que sería lo mismo que había tocado antes que clamaba venganza. A medida que le rodeaba se ponía más nervioso porque tenía la sensación de conocer a qué se enfrentaba.

“Es una serpiente”.

No era muy amigo de los animales, pero mucho menos de los que podían ser letales, ya sea por veneno o por otros métodos. El miedo era amplio ya que no sabía si esa serpiente era una especie venenosa, letal por constricción o inofensiva. El corazón bombeaba a la máxima velocidad posible y su cuerpo daba señales de pánico mediante temblores en todo el cuerpo.

La serpiente seguía enroscándose sin saber muy bien dónde podían estar la cabeza o la cola. Cada vez le cubría más parte del cuerpo, habiéndole inmovilizado las piernas en primer lugar. Estaba desesperado, parecía que había llegado su final, pero aún no sabía por qué.

Entonces, cuando la serpiente se enroscó en su cuello, cayó en la cuenta de qué era lo que sucedía. De repente todas las sensaciones se desvanecieron y se hizo repentinamente la luz, tan brillante que cegaba y no permitía abrir los ojos.

Era tan solo un sueño.

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