lunes, 7 de febrero de 2011

Vida Nueva - FINAL


CAPÍTULO 21

-         ¡Alvar!

Una atónita Rebeca no podía creer lo que sus ojos estaban viendo. Alvar estaba ahí y no parecía tener signos de haber sufrido el virus, era como un milagro. Además había aparecido en el momento preciso, unos instantes más tarde y probablemente no lo estaría viendo.

-         Sentimos haber esperado tanto para entrar. Llevamos un tiempo espiando, esperando que surgiese alguna prueba autoincriminatoria contra Alejandro y parece que al fin lo tenemos todo.
-         ¿Cómo lo supiste? – preguntó Alejandro mientras era esposado.
-         Por dos detalles. El primero y más importante es que le vi anoche y le reconocí por haberle representado en una ocasión. El segundo es que también conocía a la persona de la que le defendí en un asunto de robo de información: Miguel Sánchez.
-         ¿Conocías a Miguel? – preguntó Rebeca
-         Sí, pero no caí en ello hasta que vi a tu jefe. Fue justo en ese momento cuando até todos los cabos sueltos que no me cuadraban de anoche, aunque pensé que sería demasiado tarde por desgracia. Gracias a Dios que Alejandro decidió dejarme como estaba sin crearse complicaciones, una gran estrategia dada mi situación para inculparme directamente y acaparar toda la culpa he de decir.

Cuando le vi en el bosque recordé haberle representado y fue cuando inmediatamente me vino a mi mente el hecho de que el acusado fue la misma persona que estaba trabajando en una solución a contrarreloj contra el virus. Una de las cosas que dijo cuando salimos del depósito de cadáveres por última vez fue cuando mencionó un tiempo en sus experimentos imposible, de lo cual Rebeca se dio cuenta también. No había pasado tanto desde el primer ataque así que era un punto sospechoso. Cuando usted en el bosque mató a Samuel y estuvo a punto de hacer lo mismo conmigo recordé aquel juicio en el que lo defendí: apropiación indebida de documentos. Esos documentos trataban sobre datos médicos y ensayos con una sustancia experimental, fue cuestión de lógica relacionarlo con el virus que había estado propagando Samuel.

Una vez relacionados todos los datos del caso, todavía no sabía por qué se había producido todo, y ya era demasiado tarde porque estaba infectado y en medio del bosque, ya inconsciente. Pero el destino tenía otro plan y aparecieron Miguel y Ana, curada completamente, que me llevaron al depósito de cadáveres de nuevo para administrarme la vacuna y salvarme la vida. Allí fue cuando Miguel me contó toda la historia.

Me contó lo del laboratorio, y sobre todo que usted fue el que contrató a todo el grupo de científicos para desarrollar en secreto un organismo que sirviera para poder sustituir a la sangre. Cuando se dio cuenta del potencial que tenía como virus canceló la investigación y mediante amenazas coaccionó a los participantes en el experimento para que no dijeran nada. Pero eso no le resultaba suficiente. Si había un brote ellos sabrían a quién culpar, y con apoyo podrían desenmascararle.

Es por eso por lo que contrató a Samuel, para deshacerse de ellos con lo mismo que crearon, y posteriormente eliminarlo para quedarse con una muestra del virus para poder seguir desarrollándolo y hacerlo más letal, encontrando alguna forma de transmisión. Afortunadamente Miguel estuvo un tiempo desarrollando una vacuna contra lo que recordaba del virus, por lo que le resultó bastante sencillo sintetizar un remedio tras las primeras muestras, gracias a la cual estoy aquí como me ves.

Tan solo necesitaba una prueba incriminatoria para poder arrestarte, puesto que simplemente con un testimonio no podía hacer nada. Por eso esperamos que Rebeca durante vuestra conversación nos diera la oportunidad, y veo que no nos ha defraudado. Gracias a su colaboración, esto por fin ha terminado para usted.

-         Los archivos incriminatorios, así como la grabación de la cámara de seguridad, han sido copiados. Nos marchamos con el detenido.
-         Gracias agente. Buen trabajo – dijo Alvar.

Y así fue como salieron los dos agentes y Alejandro detenido. Rebeca continuaba sentada en el sillón, agitada por la resolución que habían tomado los acontecimientos. Alvar se acercó caminando y la tendió la mano para que se levantase en un gesto de caballerosidad.

-         ¿Y ya está? ¿Todo se ha acabado?
-         Eso parece. En vuestra empresa habrá alguna reestructuración y seguiréis funcionando, aunque tras el escándalo que la prensa sacará a la luz no sé cómo os irá.
-         ¿Y tú? ¿Con una simple vacuna estás ya curado? ¿Qué pasará con los demás?
-         Por desgracia no hay nada que se pueda hacer ya con Carlos, Pablo e Irene, ya no poseen sangre en el cuerpo y una transfusión no serviría de nada. Están muertos a efectos prácticos, aunque se pueden mover pero no pueden pensar, son como zombies.
-         Vaya…
-         En cuanto a Ana y a mí, tendremos que seguir en observación durante un tiempo, por precaución y para evitar posibles complicaciones o efectos secundarios. Pero al menos seguimos vivos, que es lo que cuenta.

Salieron ambos del edificio. El sol ya casi se había ocultado por completo tras el horizonte. A pesar de la alegría de seguir vivos, una profunda tristeza impregnaba el ambiente.

-         Siento mucho haber desaparecido sin dejar rastro – dijo Rebeca –. Sé que has sufrido por ello y me gustaría poder contarte la historia completa desde mi punto de vista. ¿Podríamos quedar algún día para tomar un café, en el sitio de siempre?

Alvar, sorprendido por la declaración, se sintió invadido por un torrente de calor reconfortante. Este caso al final consiguió reunirle con una persona que creía desaparecida para siempre, así que a pesar de todo el sufrimiento, al final había merecido la pena.

-         Claro que sí – respondió –. Cuando quieras.

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