martes, 7 de diciembre de 2010

Deseos

Si un genio apareciese de repente y me concediese un deseo, yo (ignorando lo extraordinario de la situación) le pediría que eliminase mi impulso de pedir un deseo.

Habría tantas cosas que se me podrían pasar por la cabeza que sería imposible elegir. Todos los deseos inalcanzables, los sueños rotos, las promesas incumplibles, los esfuerzos baldíos, los sentimientos anhelados, las situaciones que no pude llegar a vivir, los errores del pasado, las ilusiones rotas en miles de pedazos, las esperanzas vanas, todo aquello que nunca llegaré a ser y lo que dejo atrás en cada paso, las renuncias lacerantes, las lágrimas que no llegué a derramar, el ansia de reciprocidad, la vital necesidad de eludir la eterna soledad, punto punto punto.

Pero no importa porque no puede ocurrir, no existe ningún ser que conceda deseos en este mundo.

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